Fresa (Frutilla) Deshidratada

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Beneficios de la fresa deshidratada para las afecciones cardiacas

Se ha corroborado en estudios de población que la ingesta de fuentes de flavonoides como los arándanos, fresas, chocolates, manzanas, y vino tinto está vinculada con un menor riesgo considerable de sufrir accidentes cerebrovasculares, así como ataques cardiacos. Pongamos uno de los diversos ejemplos para corroborar lo dicho. En un estudio del país vecino hecho en mujeres por una comunidad médica se demostró que un consumo combinado de 3 raciones a la semana de dos fuentes de flavonoides (a saber, las fresas y los arándanos) conllevó a un riesgo menor del 34% de sufrir un ataque cardíaco, en comparación con las mujeres que consumen una vez al mes dichas fuentes. Otro estudio más reciente demostró que incluso ingerir fresa deshidratada conlleva efectos de sumo valor en la disminución de los riesgos de enfermedades cardíacas.

Ahora bien, expongamos algunos datos de fondo para una mayor compresión de tales resultados. Los beneficios más notables de ingerir fresas, así como otros alimentos con flavonoides en cuanto a la protección contra dificultades cardiovasculares se refieren, son en gran medida debido a sus efectos en la optimización de las funciones de aquellas células endoteliales, las cuales se encargan de recubrir los vasos sanguíneos. Estas células peculiares desempeñan un rol de suma importancia en la regulación de la estructura y del tono vascular, asimismo en las coagulaciones y la inflamación vascular.

El endurecimiento de las arterias, que es uno de los agravios de aterosclerosis empieza a desarrollarse dañando a las ya mencionadas células endoteliales. Contra este tipo de padecimientos, los flavonoides, en especial los tipos de proantocianidinas que están presentes en las fresas tanto en su versión fresca como en su versión deshidratada, han demostrado ser eficientes en la protección y optimización de las células endoteliales y sus funciones.

Además de lo mencionado, señalemos otro estudio, el cual se enfocaba en la evaluación de los efectos de la ingesta de fresa en los riesgos de las enfermedades cardiovasculares. En este, los voluntarios con buena salud recibían diariamente un consumo de 500 g de fresas (aproximadamente 2 tazas y media) al mes. Este consumo constante disminuyó de forma significativa el colesterol total, los niveles de triglicéridos, las lipoproteínas de baja densidad. Asimismo, el suministro de fresas redujo considerablemente diversos marcadores de estrés oxidativo; también pudo observarse un incremento notables del 40% en el potencial total antioxidante del plasma tras el consumo de fresas.

Para reforzar nuestra afirmación, expongamos otro estudio diseñado con el fin de determinar si la fresa deshidratada puede mejorar los niveles de lípidos en sangre (triglicéridos y colesterol) y bajar los biomarcadores de oxidación e inflamación de lípidos en personas con sobrepeso y elevados lípidos séricos.

A 60 voluntarios se les invitó a que comieran una de los siguientes suministros durante 3 meses: fresas deshidratadas de dosis baja; control de dosis bajas (LD-C); dosis altas de fresas deshidratadas; y control de altas dosis (HD-C). Las bebidas de control se combinaron con la fibra total, las calorías, el sabor y el aspecto. Los resultados arrojaron una dosis-respuesta a las fresas debido a que el grupo de dosis alta experimentó mayores reducciones en el total de colesterol sérico y LDL en equiparación con la dosis más baja. Tanto una como otra dosis de fresas mostraron una semejante reducción a los 3 meses en un marcador de daño oxidativo celular. De forma general, la implementación de la fresa no afectó el azúcar en la sangre, la presión arterial, y la proteína C reactiva, más sí impactó en otros aspectos relacionados como los que hemos mencionado a lo largo de esta entrada.

Sin duda hallamos este estudio de sumo interés, por lo que consideramos conveniente su exposición en una entrada de nuestro blog. También se encontró un estudio que reflejaba la manera en que la fibra dietética proveniente del consumo de fruta fresca y fruta deshidratada proporcionaba el mayor impacto en la disminución en los índices de mortalidad por enfermedades cardiovasculares. Las altas ingestas de fibra de fruta redujeron la mortalidad por tales enfermedades hasta en un 30%, lo que sugiere que tal ventaja podría ser una mezcla de efectos en la que se incluye la reducción del colesterol a causa de los componentes en la fibra. Cabe agregar que la fruta fresca es por obvias razones la opción más asequible y conveniente, sin embargo, este estudio también sugiere que inclusive el consumo de fresas secas conlleva una reducción sustancial en la enfermedad cardiovascular.

 


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